Todo conductor es experto en relatividad especial

por adastra

Dependiendo de dónde vivas, la actividad de la conducción de automóviles puede actuar como elemento catárquico o como enzima para metabolizar la mala hostia que llevas acumulando durante el día. Cuando estuve, hace años, cuatro días de vacaciones en La Palma, descubrí por primera vez en mi vida lo que era relajarse al volante. Como todo, es cuestión de escalas.

Suelo segregar 5-hidroxitriptamina extra cuando voy al volante, por lo que veo las cosas pasar a mi alrededor con mi mejor cara de «ahí te estalles, hijoputa», pero sin acritud. Siempre desde el cariño y el más profundo respeto. Y en ello estaba el otro día, volviendo a casa, cuando me topé con una retención monumental.

Y la retención empezaba en el aparcamiento del centro comercial.

Tardé como cosa de 15 minutos en llegar desde el aparcamiento a la rotonda que está al lado del susodicho, recorrido que no tendrá más de 300 metros, a lo sumo. Mientras estaba en la cola, me dio por pensar en aquello de que cada conductor tiene su propio marco referencial que excluye el de los demás hideputas que invaden su Lebensraum. Es decir, cuando vas en caravana, oye, qué casualidad, el del carril de al lado siempre va más rápido que tú, así que ya saben, a cambiarse tocan. Claro que, después de cambiarte, te das cuenta de que ahora el carril que abandonaste ha acelerado. Y te vuelves a cambiar. Y así ad infinitum.

Einstein estaría orgulloso de tal muestra de concurrencia de sistemas inerciales.

Andaba yo en estas sesudas reflexiones cuando oí el dulce sonido de un pito, y cuando digo «pito», me refiero a «silbato», degenerados. Las sospechas que venía incubando se trocaron en certeza: un policía local estaba dirigiendo el tráfico.

Veamos… Realmente me corroe la duda, porque, ¿cuál es la relación de causalidad que se verifica en estos casos? ¿Se forma una caravana del copón porque el policía se pone a controlar el tráfico, o el policía es necesario porque se forma una caravana del copón?

Todo conductor piensa, de forma instintiva, que lo primero es lo correcto, acompañando el pensamiento de unos cuantos sustanciosos epítetos de carácter escatológico. Yo también lo pienso, pero siguiendo otra senda un poco más tortuosa.

Veamos, en cualquier sistema de confluencia de n carriles, es normal que se produzca una cierta alternancia en el flujo, de forma que los coches de cada carril vayan incorporándose alternativamente al tráfico. El riesgo es evidente: un mal cálculo, y entonces sí que tenemos cola para rato.

Por otro lado, cuando un policía controla la incorporación de n carriles a una confluencia, bloquea (n – 1) carriles para dar paso, de forma rotativa, al carril restante. He de decir que este sistema es más seguro. A costa de cabrear a todos los conductores por turnos, que ven cómo la cola en la que se encuentran se eterniza.

El tráfico de vehículos es un sistema no lineal que podríamos definir finamente como complicado de la hostia de modelar, así que no seré yo el que los torture con fórmulas. Total, lo único que quería era destrozar un poco sus neuronas. Eso sí, si tienen curiosidad siempre pueden leerse este concienzudo análisis sobre flujo vehicular (en PDF).

Yo no lo he hecho.