Déjenme comprar un libro, por caridad
Esta es una historia que tenía en borrador en el viejo blog desde noviembre del 2010… Como he visto que sigue teniendo vigencia, pues ahí va. Solo he hecho algunos ajustes cosméticos para no parecer gilipollas perdido hablando como si lo hubiera escrito hoy mismo xD
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Noli me regaló para mi cumpleaños, allá por julio del año pasado (este año paso de cumplir), un lector de libros electrónicos, concretamente un Sony PRS-505 (enlazo el análisis que me convenció para pedir ese). En realidad podría haber pedido un Papyre, que es mucho más fácil de conseguir, pero como uno es un esnob del carajo, me emperreté con el modelo de Sony.
El cacharro es cojonudo, hoyga. Creo que leo como cosa de dos o tres veces más que antes de tenerlo.
Sin embargo, no todo iba a ser vaginas en lata para llevar, hoyga. Resulta que quiero comprar libros electrónicos, y no me dejan. ¿Que quién no me deja? Pues la industria.
Maticemos esto, antes de que algún alto directivo de alguna editorial lo lea y me demande (sí, eso ha sido un chiste). Ustedes, mis queridos lectores, están al día de lo que se cuece en estos mundos digitales, así que sabrán que Libranda, la tan cacareada plataforma de distribución digital de libros que agrupa a algunos de los grandes, ha sido un fiasco como un castillo. El artículo de Ricardo Galli que les enlazo lo dice bien claro y por la vía extensa.
Es decir, si quiero comprar un eBook, en inglés, de alguno de mis autores favoritos, probablemente no tendré mayores problemas, porque hay una oferta amplia. Aquí, en lugar de sacar un catálogo decente a precios competitivos, lo que se estila es quejarse de que la tecnología anda dando por culo al negocio.
Hay una expresión que provoca que yo entre en rage cada vez que la oigo, obligando a la raid a sacar al offtank para mantenerme ocupado… Er… No, eso es otra cosa. Lo que decía es que la expresión «lucro cesante» me saca de mis casillas. La industria editorial, al igual que hace la puta industria discográfica (sí, he dicho PUTA), cada vez que habla de sus pérdidas lo hace basándose en el lucro cesante, como si todos los que se bajan libros fueran a comprarlos. Al menos en este artículo reconocen que eso no tiene por qué ser así.
Yo estoy procurando poner en mi lector únicamente libros descatalogados de ciencia ficción, porque, atiéndanme bien, yo quiero comprar los libros. Pero con catálogos de mierda, DRM absurdos (tengo otra historia en el horno sobre esto) y legislaciones que te empujan mucho la caquita intestino arriba, van a lograr que compre los libros su puta madre.
Por de pronto voy a hacer un experimento: voy a comprar el libro The City & The City, de China Miéville, en la tienda Sony, a ver qué tal. No sé si traerá DRM, pero si es el de Adobe, se lo quito y listos.
(Nota: experimento fallido. La globalización es un invento maravilloso que solo funciona cuando favorece al empresario. No pude comprar el libro simple y llanamente porque mi tarjeta de crédito no había sido expedida por un banco británico. Sincronicen sus muñecas para tocarse los cojones de pura incredulidad, por favor.)
Pero visto lo visto, no me va a quedar otra que comprar las novelas en inglés (¿cómo era eso de hacer de la necesidad virtud?), pero esta no deja de ser una solución a medias. Como apunta Galli, al final en la industria dirán «eh, que nosotros lo intentamos, pero ustedes eligieron piratear».
Pues yo digo: «váyanse a la mierda».