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Bifurcado recursivamente desde 1974

Déjenme comprar un libro, por caridad

Esta es una historia que tenía en borrador en el viejo blog desde noviembre del 2010… Como he visto que sigue teniendo vigencia, pues ahí va. Solo he hecho algunos ajustes cosméticos para no parecer gilipollas perdido hablando como si lo hubiera escrito hoy mismo xD

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Noli me regaló para mi cumpleaños, allá por julio del año pasado (este año paso de cumplir), un lector de libros electrónicos, concretamente un Sony PRS-505 (enlazo el análisis que me convenció para pedir ese). En realidad podría haber pedido un Papyre, que es mucho más fácil de conseguir, pero como uno es un esnob del carajo, me emperreté con el modelo de Sony.

El cacharro es cojonudo, hoyga. Creo que leo como cosa de dos o tres veces más que antes de tenerlo.

Sin embargo, no todo iba a ser vaginas en lata para llevar, hoyga. Resulta que quiero comprar libros electrónicos, y no me dejan. ¿Que quién no me deja? Pues la industria.

Maticemos esto, antes de que algún alto directivo de alguna editorial lo lea y me demande (sí, eso ha sido un chiste). Ustedes, mis queridos lectores, están al día de lo que se cuece en estos mundos digitales, así que sabrán que Libranda, la tan cacareada plataforma de distribución digital de libros que agrupa a algunos de los grandes, ha sido un fiasco como un castillo. El artículo de Ricardo Galli que les enlazo lo dice bien claro y por la vía extensa.

Es decir, si quiero comprar un eBook, en inglés, de alguno de mis autores favoritos, probablemente no tendré mayores problemas, porque hay una oferta amplia. Aquí, en lugar de sacar un catálogo decente a precios competitivos, lo que se estila es quejarse de que la tecnología anda dando por culo al negocio.

Hay una expresión que provoca que yo entre en rage cada vez que la oigo, obligando a la raid a sacar al offtank para mantenerme ocupado… Er… No, eso es otra cosa. Lo que decía es que la expresión «lucro cesante» me saca de mis casillas. La industria editorial, al igual que hace la puta industria discográfica (sí, he dicho PUTA), cada vez que habla de sus pérdidas lo hace basándose en el lucro cesante, como si todos los que se bajan libros fueran a comprarlos. Al menos en este artículo reconocen que eso no tiene por qué ser así.

Yo estoy procurando poner en mi lector únicamente libros descatalogados de ciencia ficción, porque, atiéndanme bien, yo quiero comprar los libros. Pero con catálogos de mierda, DRM absurdos (tengo otra historia en el horno sobre esto) y legislaciones que te empujan mucho la caquita intestino arriba, van a lograr que compre los libros su puta madre.

Por de pronto voy a hacer un experimento: voy a comprar el libro The City & The City, de China Miéville, en la tienda Sony, a ver qué tal. No sé si traerá DRM, pero si es el de Adobe, se lo quito y listos.

(Nota: experimento fallido. La globalización es un invento maravilloso que solo funciona cuando favorece al empresario. No pude comprar el libro simple y llanamente porque mi tarjeta de crédito no había sido expedida por un banco británico. Sincronicen sus muñecas para tocarse los cojones de pura incredulidad, por favor.)

Pero visto lo visto, no me va a quedar otra que comprar las novelas en inglés (¿cómo era eso de hacer de la necesidad virtud?), pero esta no deja de ser una solución a medias. Como apunta Galli, al final en la industria dirán «eh, que nosotros lo intentamos, pero ustedes eligieron piratear».

Pues yo digo: «váyanse a la mierda».

Todo conductor es experto en relatividad especial

Dependiendo de dónde vivas, la actividad de la conducción de automóviles puede actuar como elemento catárquico o como enzima para metabolizar la mala hostia que llevas acumulando durante el día. Cuando estuve, hace años, cuatro días de vacaciones en La Palma, descubrí por primera vez en mi vida lo que era relajarse al volante. Como todo, es cuestión de escalas.

Suelo segregar 5-hidroxitriptamina extra cuando voy al volante, por lo que veo las cosas pasar a mi alrededor con mi mejor cara de «ahí te estalles, hijoputa», pero sin acritud. Siempre desde el cariño y el más profundo respeto. Y en ello estaba el otro día, volviendo a casa, cuando me topé con una retención monumental.

Y la retención empezaba en el aparcamiento del centro comercial.

Tardé como cosa de 15 minutos en llegar desde el aparcamiento a la rotonda que está al lado del susodicho, recorrido que no tendrá más de 300 metros, a lo sumo. Mientras estaba en la cola, me dio por pensar en aquello de que cada conductor tiene su propio marco referencial que excluye el de los demás hideputas que invaden su Lebensraum. Es decir, cuando vas en caravana, oye, qué casualidad, el del carril de al lado siempre va más rápido que tú, así que ya saben, a cambiarse tocan. Claro que, después de cambiarte, te das cuenta de que ahora el carril que abandonaste ha acelerado. Y te vuelves a cambiar. Y así ad infinitum.

Einstein estaría orgulloso de tal muestra de concurrencia de sistemas inerciales.

Andaba yo en estas sesudas reflexiones cuando oí el dulce sonido de un pito, y cuando digo «pito», me refiero a «silbato», degenerados. Las sospechas que venía incubando se trocaron en certeza: un policía local estaba dirigiendo el tráfico.

Veamos… Realmente me corroe la duda, porque, ¿cuál es la relación de causalidad que se verifica en estos casos? ¿Se forma una caravana del copón porque el policía se pone a controlar el tráfico, o el policía es necesario porque se forma una caravana del copón?

Todo conductor piensa, de forma instintiva, que lo primero es lo correcto, acompañando el pensamiento de unos cuantos sustanciosos epítetos de carácter escatológico. Yo también lo pienso, pero siguiendo otra senda un poco más tortuosa.

Veamos, en cualquier sistema de confluencia de n carriles, es normal que se produzca una cierta alternancia en el flujo, de forma que los coches de cada carril vayan incorporándose alternativamente al tráfico. El riesgo es evidente: un mal cálculo, y entonces sí que tenemos cola para rato.

Por otro lado, cuando un policía controla la incorporación de n carriles a una confluencia, bloquea (n – 1) carriles para dar paso, de forma rotativa, al carril restante. He de decir que este sistema es más seguro. A costa de cabrear a todos los conductores por turnos, que ven cómo la cola en la que se encuentran se eterniza.

El tráfico de vehículos es un sistema no lineal que podríamos definir finamente como complicado de la hostia de modelar, así que no seré yo el que los torture con fórmulas. Total, lo único que quería era destrozar un poco sus neuronas. Eso sí, si tienen curiosidad siempre pueden leerse este concienzudo análisis sobre flujo vehicular (en PDF).

Yo no lo he hecho.