Libros que te marcan físicamente
por adastra
Y cuando digo «físicamente», no me refiero a que alguien te haya tirado un libro a la cabeza, porque, en efecto, eso podría dejarte secuelas físicas, pero difícilmente te van a entrar los contenidos del libro en la cabeza. A menos que esté lloviendo, se corra la tinta de las letras y tu cerebro esté abierto como un melón maduro, en cuyo caso es posible que tu duramadre acabe teñida de letras desvaídas. Pero no hace falta que conjuren esa imagen en su mente, ¿verdad?
Me refiero a libros que, al leer, han llegado a provocar en el lector una reacción física. No sé si el síndrome de Stendhal se aplica a la lectura de libros, pero podría valer como ejemplo.
En mi almacén de memoria tengo dos casos de libros que me produjeron una reacción física. El primer caso es El señor de los anillos. Recuerdo que la primera vez que me lo leí (y todavía me lo leería otras ocho más), al llegar al final me emocioné de una forma bastante poco viril. La migración de los elfos partiendo de los Puertos Grises fue algo que me produjo más de una y de dos lágrimas. Supongo que estaría en uno de esos momentos vulnerables.
El segundo libro, o más bien los segundos libros, que me produjeron un efecto físico perceptible, fueron Las dos después de medianoche y Las cuatro después de medianoche, libros de relatos de Stephen King. Me leí ambos seguidos, de una tacada, cuando tenía unos 15 años. Los había comprado por el Círculo de Lectores (previa sesión de ruegos a mis padres para que me dejaran dinero), y tenía ambos encima de mi mesa de noche.
No sé cuántas horas tardé en leérmelos. Sé que empecé por la tarde y acabé bien entrada la noche, y recuerdo que cuando terminé, estaba sentado con las piernas cruzadas y una manta por encima.
Y me dio fiebre.
Cuando terminé de leer los libros estaba febril, y no de una forma figurada. Tenía escalofríos, y cuando mi madre me tomó la temperatura, estaba bastante calentito. Lo suficiente como para que me pasara la noche soñando con lagolieros. Aunque probablemente hubiera acabado teniendo los mismos sueños sin fiebre, porque meterse cuatro relatos de terror entre pecho y espalda en unas pocas horas es capaz de desestabilizar a cualquiera. Máxime cuando ya eres reo de compartir celda con Abdul Alhazred.
Es probable que yo ya estuviera incubando algo, pero como me enseñó mi amigo Moi aquella noche en la que tocó una farola gritando «¡te demostraré que no soy gafe!» y de repente se produjo un apagón en todo el sur de la isla, las cosas chungas suceden.
A mi lo de soltar unas lagrimitas leyendo un libro me ha sucedido solo una vez. Fue hace tiempo mientras leía “El guardián entre el centeno”.
Estaba escuchando música cuando llegué a un pasaje en el que narraba como el protagonista, (un adolescente que se había fugado de su colegio para pasarse unos días de juerga en NY, pero todo le sale mal), se cuela en su casa a hurtadillas para no despertar a sus padres y despierta a su hermana pequeña (que es bastante más resuelta e inteligente que su hermano) para contarle que se encuentra perdido y hecho polvo. Ella le pregunta que espera que le depare la vida si sigue por ese camino, a que espera dedicarse en el futuro. El le responde que su trabajo soñado es estar en un campo de centeno situado junto a un precipicio, entre el centeno juegan varios niños, oye sus risas y los ve correr entre el alto centeno que apenas les deja ver lo que tiene delante y él se encargaría de evitar que los niños se acercasen al precipicio, los atraparía justo antes de alcanzarlo y los encausaría en la dirección correcta. Que ese sería un buen trabajo.
Todavía no sé porqué, supongo que sería por la conjugación de la música y el relato de la ilusión del protagonista, pero se me saltaron las lágrimas.
Yo también me leí ese libro, pero a mí no me produjo ese efecto. Tengo claro que depende de las circunstancias emocionales de cada uno. Recuerdo por ejemplo el de Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento, que me leí en un momento chungo de mi vida y me marcó lo suyo.
A mi el que me provocaba cambios fisicos era La hija del cardenal…. me la ponía dura como una piedra .
El Señor de los anillos también me produjo reacción física, es lo que tiene leer un mamotreto de quilo y cuarto (ojo, que lo acabo de pesar xD) con la muñeca en ángulos extraños.
El puñetero American Psyco me tuvo tres días a medio dormir, con pesadillas HORRIBLES, me despertaba habiendo lloriqueado. Traumas everywhere! Qué mal llevo la violencia gratuita.
LOOOOOOOOL
No he leído el de American Psycho. Tendré que echarle un vistazo xD
“El guardián entre el centeno” <- BRUTALIDAD DE LIBRO
el párrafo que dice isra es 5* , recuerdo de venir de leer en la cafetería y decirle a mi compañera, tengo que leerte esto… y leérselo…
físico, físico… bueno, tengo millones de recuerdos relacionados con la lectura, pero Starting Strength (Rippetoe!!!) (y recientemente en la 3ra edición), y Stronglifts 5×5 FAQ, cambiaron mi forma de pensar al 100% respecto al ejercicio físico, así que, FÍSICAMENTE 😀 son los que más me han afectado
Bueno, técnicamente tienes razón xDDDD
Yo creo que los libros que te marcan son aquellos que hacen que te metas en la historía a lo bestia. En mi caso uno de esos libros fue la Historia interminable.
Te voy a demostrar de nuevo que no soy gafe!!! …
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wordpress is shutting down…
server is shutting down…
isp is shutting down…
internet is shutting down…
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Hostia, La historia interminable… Pues sí, ese lo pondría también en mi lista.
Y lo de que eres gafe está más que comprobado y certificado. Eso te lo llevas a la tumba xD
La trilogía del Julandrillo a mí me provocó una reacción física de aburrimiento absoluto, pero lo mío nunca han sido las tramas de un grupo de julandros caminando por una barriada periférica para tirar algo. En mi ciudad tenemos servicio de recogida de basuras … Si al menos hubieran puesto un vampiro, la historia habría mejorado un montón.
Yo he tenido varias reacciones físicas. La más intensa fue con el Exorcista. Lo leí (edición círculo de lectores) con doce o trece años y estaba en mi casa solo, tirado en mi cama y llegaba a la parte en la que la puta niña entra en modo turbo. Estoy allí concentradísimo, cagándome de miedo y va y revienta la bombilla de la lámpara del pasillo justo enfrente de mi habitación. Me quedé helado, acojonado y no me moví hasta que tres horas más tarde llegaron mis padres. El libro lo acabé cuatro años más tarde …
Otro brutal fue “IT” de San Stephen King. Estuve casi un año meando sin dar la espalda a la puerta.
Ahora que soy más blandengue y solo adquiero información por el canal auditivo, casi me estampo con el cuarto libro de la Saga Crepúsculo. Después de tantas horas esperando el momento, cuando el vampiro le pone la pierna encima a la chama y se la endiña hasta los pelos de los huevos me pilló yendo en bicicleta de mi casa a la estación y casi acabo como un moscardón contra el muro de un edificio.
Hace cosa de una semana tuve una reacción más bien jacosa con los tres primeros libros de la serie Star Force de B.V. Larson. No paré hasta que acabé el tercero y hasta me he planteado volver a usar los ojos para poder continuar con el cuarto, o eso o pagar a alguien para que me lo lea.
A mi It y Tommyknockers me marcaron mucho también. Acojonaban, sí señor.
La serie de libros que mencionas… Pues ni idea. Me los apunto 😛
Si descojonarse vale, Sin noticias de Gurp, que creo que te lo has leído.
Carcajadas a montones….
Pues… Me suena el libro… Espera… Sí, sí que me lo he leído, y sí, lo de las carcajadas vale 😛
http://www.amazon.es/Ultima-Ultimate-Collectors-Stephen-Emond/dp/1467934607
😀
Dime que no lo quieres 😀
ME CAGO EN TODO LO NECESITO AHORA POR FAVOR MAMASITA